22.1.14

Máquina del tiempo: los guantes

Con las bajas temperaturas del invierno, el estar en la calle no se hace fácil. Ante esto, nos abrigamos y abrigamos, poniéndonos capas de ropa cual cebollas y acabamos pareciendo el muñeco Michelín. Sin embargo, una de las partes de nuestro cuerpo que quedan más al descubierto son las manos. ¡Hoy echaremos un vistazo a los guantes!

El uso de los guantes se remonta a muchos siglos atrás, ya tenemos referencias de su utilización en la Odisea de Homero o por los egipcios, ya fuera para proteger del duro trabajo, del frío o, a veces, con un fin litúrgico.
Fue en el s.VI cuando las tribus bárbaras les dieron difusión. En época medieval eran símbolo de nobleza. La expresión “echar el guante” indicaba que alguien desafiaba a un rival, el cual debía coger el guante para aceptar el duelo y no perder su honor. 

En esta época, la industria de la piel y la de los guantes perfumados hace que España destaque entre todos los países de Europa. Las pieles más usadas eran las de cabra, camello o ante; las cuales se bañaban en perfume. Todos los aristócratas querían unos, ¡incluso llegaban a dormir con ellos puestos!


En el Renacimiento, aparecieron en Italia los guantes bordados y decorados con piezas de metal. Según dicen algunos escritores de la época, Catalina de Medici asesinó a la reina Juana de Navarra con unos guantes envenenados.
Otra reina, Isabel I de Inglaterra, obsequió al Conde de Cumberland con el guante de la mano izquierda. El noble siempre lo llevaba en actos de alta alcurnia, queriendo mostrar el alto concepto en el que lo tenía la reina. Aunque más de uno pensó que, al darle el guante izquierdo (la parte donde está el corazón) pretendía apuntar a una relación mucho más estrecha.  

Más tarde, los guantes de piel se usaban para montar a caballo, mientras que los de satén o terciopelo se reservaban para las fiestas. Un tipo particular de guante, usado casi exclusivamente por el género femenino, es el mitón, que dejaba los dedos al descubierto y permitía mayor facilidad de movimiento.



En el s. XIX, los guantes se usarán hasta el codo en blanco o color pastel. Aparecerán las mallas, que permitirán la visión de los anillos (antes se habían colocado sobre los guantes).  Además, el color de los guantes y de los complementos debían ser el mismo.


El Conde D’Orsay era conocido por llegar a usar hasta seis pares diferentes al día; y Brummell, un caballero inglés prototipo de la elegancia y el buen gusto, llevaba guantes elaborados hasta por cuatro artesanos, de tal finura, que dejaban ver hasta las uñas.

Hasta los años 40-50 del siglo pasado, una mujer no iba bien vestida si no llevaba guantes. Las revistas de moda de la época aconsejaban llevarlos a todas partes: campo, teatro… 

Con el tiempo, dejaron de ser una prenda de clase, pero siempre manteniendo su elegancia. Actualmente, los encontramos de lana, cuero, encaje, terciopelo, entre otros materiales; de todos los tipos y colores que podamos imaginar. ¡Ya los hay hasta con punteros táctiles para el móvil!




Publicado por Miriam.



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